martes, 31 de mayo de 2011

6 principales conquistadores de descubrimiento

Diego de Velázquez
(Cúellar, España, 1465-Santiago de Cuba, 1524) Conquistador español. Tomó parte en el segundo viaje de Colón, en 1493, y en los años siguientes dirigió la conquista y colonización de la isla de Cuba desde la base de Baracoa, fundada en 1512. En esta labor se mostró muy comedido en su trato con los indígenas, y prefirió utilizar la diplomacia antes que las armas. Tras haber consolidado la posición española mediante el establecimiento de diversos enclaves, como La Habana, Bayamo, Sancti Spiritus y Santiago de Cuba, lugar donde instaló su capital, Diego Velázquez centró su atención en la costa de Yucatán, lugar al que envió diversas expediciones como las de Hernández de Córdoba, Grijalva y Alvarado. Enfrentado con Hernán Cortés, que se había adentrado en tierra firme, y temeroso de su creciente prestigio, realizó varios e infructuosos intentos de apartarle del mando de su expedición a México.

Alonso de Ojeda
(Cuenca, 1466 - Santo Domingo, 1515 o 1516) Navegante y conquistador español. Fue uno de los primeros conquistadores de América, así como el primer gran descubridor español, después de Colón.
Acompañó al almirante en su segundo viaje y participó activamente en el descubrimiento de oro y en las primeras acciones para dominar los indígenas de la isla Española. Posteriormente fue descubridor de la costa venezolana y colombiana, fundador de Santa Cruz, primer emplazamiento español en Suramérica y gobernador de Urabá, una de las primeras gobernaciones de Tierrafirme, de la que se desglosó la fundación de Santa María la Antigua del Darién.
Aunque nació en Cuenca, era oriundo de Hojeda, cerca de Oña, en la merindad de Bureba. Perteneció en una familia noble y fue paje y criado del duque de Medinaceli don Luis de la Cerda, en cuya casa conoció quizá a Cristóbal Colón, cuando éste vino a España. Participó en la toma de Granada, donde dejó constancia de sus dotes militares, de su destreza como espadachín y de su audacia.
Protegido por el obispo Juan Rodríguez de Fonseca, fue puesto al frente de una de las naves del segundo viaje de Colón en 1493. Al llegar a la isla de Guadalupe, Colón le confió la búsqueda del veedor Diego Márquez, que se había perdido al internarse con otros ocho compañeros. Una vez en la Española, Colón le mandó explorar la región de Cibao, en el interior (enero de 1494), donde Ojeda obtuvo las primeras muestras del oro de Indias, enviadas por Colón a los Reyes Católicos junto con un memorial donde ensalzaba la riqueza de las islas descubiertas.
Poco después se le dio otra misión importante como fue la de socorrer al capitán Margarit, que estaba sitiado en la fortaleza de Santo Tomás (erigida en Cibao) por las huestes del cacique Caonabó. Ojeda corrió en auxilio del capitán pero quedó sitiado a su vez, hasta que pudieron salvarle nuevos refuerzos venidos de la Isabela con Colón y su hermano Bartolomé.
Más tarde las tropas de Caonabó pusieron cerco a la Isabela y Ojeda decidió capturar al Cacique. Marchó a la provincia de Maguana, donde vivía, y durante la entrevista que mantuvieron, Ojeda le ofreció como regalo unos grilletes de latón. Cuando el Cacique se vio inmovilizado, le subió a su caballo, lo raptó y se lo llevó ante la mirada de Colón. Luego derrotó a otro hermano de Caonabó, por lo que se le premió con seis leguas de terreno en Maguana.
Ojeda estuvo en la Española hasta fines de 1498, momento en que se enemistó con Colón y regresó a España. Fue a la Corte y se entrevistó con el Obispo Fonseca, que le pidió comprobar lo descubierto por Colón en su tercer viaje. Se le autorizó así a realizar el primer viaje de descubrimiento tras los colombinos. Con patente del Obispo partió del puerto de Santa María hacia el 18 de mayo de 1499. Llevaba una sola carabela y le acompañaban el cosmógrafo Juan de la Cosa y Américo Vespucio, que hacía entonces su primer viaje al Nuevo Mundo.
Costeó África (donde se apoderó de una carabela de Huelva), pasó a Canarias y finalmente siguió la ruta del tercer viaje colombino para arribar a la costa suramericana por la Guayana venezolana. Desde aquí subió a la isla de Trinidad y península de Paria, donde había estado antes el Almirante. A partir de aquí realizó su verdadero descubrimiento; toda la costa de Venezuela hasta Maracaibo, donde los españoles hallaron unas viviendas lacustres que a Vespucio le recordaba a Venecia, y por ello bautizaron el lugar como Venecia Chica o Venezuela. Prosiguieron luego por la península de la Guajira (territorio actualmente colombiano), que los indios llamaban Chichibacoa o Coquibacoa, hasta cerca de un Cabo que les pareció desde lejos “vela de navío”. Era el cabo de la Vela, al que no arribaron ya que antes de alcanzarlo enderezaron rumbo hacia la isla Española y atracaron en puerto Yáquimo el 5 de septiembre de 1499.
Allí cargaron palo tintóreo y encontraron a Francisco Roldán, alcalde de Santo Domingo reconciliado con Colón después de su rebelión. El funcionario pidió el permiso para hacer descubrimientos y Ojeda se lo mostró. El resto del viaje carece de interés; cargaron esclavos en las Lucayas y arribaron a Cádiz a mediados de junio del año 1500. Los resultados de estos descubrimientos (toda la costa venezolana y parte de la atlántica oriental colombiana) se consignaron en el famoso mapa de Juan de la Cosa, elaborado el año 1500.
Ojeda fue nombrado Gobernador de Coquibacoa el 8 de junio de 1501 y organizó una expedición colonizadora con dos socios llamados Juan de Vergara y García de Ocampo. Partió en enero de 1502 con cuatro navíos y repitió la ruta anterior. Al llegar a Coro, que denominó Valfermoso, mandó a Vergara por víveres a Jamaica y continuó hacia un puerto que llamó Santa Cruz, posiblemente Bahía Honda, en la zona colombiana de la península de la Guajira. Aquí construyó un fuerte, que fue el primer establecimiento español en Suramérica.
El descontento por la falta de víveres y por las adversas condiciones canalizaron una gran hostilidad hacia el Gobernador. Cuando llegó Vergara se concertó con Ocampo para destituir a Ojeda, que fue apresado (mayo o junio) y por consiguiente, despoblado el lugar. Resultado de esto fue un pleito en la isla Española entre Ojeda y sus socios del que salió absuelto el primero en 1503.
En 1508 se celebró la famosa Junta de Burgos en la que se acordó la colonización de Tierrafirme, dividida en dos gobernaciones, la de Veragua y Urabá. La última de estas le correspondió a Ojeda y era la actual costa colombiana comprendida entre el Cabo de la Vela y el golfo de Urabá. Reunió cuatro barcos y 220 hombres y partió de Santo Domingo el 10 de noviembre de 1509 en compañía de Juan de la Cosa y dejó en la isla a su socio el cosmógrafo Martín Fernández de Enciso para que reclutara más hombres.
Desembarcó en las proximidades de Cartagena, donde leyó a los indios el famoso “Requerimiento” y se internó hasta el poblado de Turbaco. Cuando los españoles estaban ocupados en saquear las viviendas vacías de los naturales aparecieron los guerreros, que ocasionaron una gran mortandad. Entre las víctimas estuvo el cosmógrafo Juan de la Cosa, que fue capturado y asaeteado. Ojeda logró escapar y alcanzó la playa, donde apareció Diego de Nicuesa, que se dirigía hacia su gobernación de Veragua. Se unió a Ojeda en la represalia y luego siguió su camino.
Ojeda continuó también por la costa de su gobernación con dirección hacia occidente en busca de un lugar para fundar. Creyó encontrarlo en el Golfo de Urabá, donde erigió San Sebastián de Urabá, un simple fuerte, en realidad. El lugar era insalubre y enfermaron muchos hombres, pero más grave era que los indios usaban flechas envenenadas con curare, que producían la muerte casi instantánea a quienes eran heridos. El propio Ojeda fue herido en una pierna aunque pudo salvar su vida tras obligar al cirujano a que aplicara sobre su herida dos planchas al rojo vivo. Para contener la hemorragia fue necesario gastar una pipa de vinagre.
Ante la terrible situación existente y en vista de que no llegaba el esperado refuerzo de Fernández de Enciso, Ojeda decidió aprovechar la aparición de una nave en Urabá para ir a la Española en busca de víveres e implementos. Dejó a los pobladores de San Sebastián bajo el mando de un oscuro teniente llamado Francisco Pizarro (futuro conquistador del Perú) con órdenes de actuar como creyera oportuno si no había regresado en un plazo de 50 días y embarcó rumbo a la Española.
La nave iba llena de bandidos que, dirigidos por Bernardino de Talavera, decidieron ir a Cuba, en vez de Santo Domingo, para eludir la justicia. Allí naufragaron y cruzaron a pie la isla hasta el Oriente, donde fueron acogidos por los indios (posiblemente donde ahora está Santiago). Desde allí se pidió ayuda al gobernador de Jamaica, Juan de Esquivel, que envió una nave con Pánfilo de Narváez. Se ejecutó a Talavera y a sus seguidores y Ojeda fue hasta Santo Domingo. La miseria en que se encontraba le impidió comprar con presteza lo necesario para reforzar sus hombres de San Sebastián. Ojeda vivió en Santo Domingo hasta el año 1516 y mandó que le enterraran a la entrada de la iglesia de San Francisco.
En cuanto a la hueste de San Sebastián, partió bajo el mando de Pizarro al cumplirse los 50 días y encontró cerca de Cartagena el refuerzo de Fernández de Enciso, en el que venía Vasco Núñez de Balboa, que indicó el lugar apropiado para fundar en Tierrafirme: un paraje junto a un río (Tanela) donde no había indios flecheros. Estaba pasado el golfo de Urabá y allí se erigió la ciudad de Santa María la Antigua del Darién, base del descubrimiento del Pacífico y de la colonización en Panamá.




Juan Ponce de León
Conquistador castellano de Puerto Rico y descubridor de la Florida (Santervás de Campos, Valladolid, 1460 - Cuba, 1521). Era de ascendencia noble, había sido paje en la corte de Fernando el Católico y había combatido en la conquista de Granada. Se duda si su primer viaje a América lo hizo con Colón (en 1493) o ya con Ovando (en 1502). En todo caso, colaboró con éste en la conquista de La Española (Santo Domingo) y recibió de él el encargo de conquistar la cercana isla de San Juan o Borinquén (Puerto Rico) en 1508. A pesar de la oposición de Diego Colón, consiguió ser nombrado gobernador en 1510.
La isla se le sometió sin dificultad, merced a la conversión del cacique Agüeibana; Ponce de León pudo dedicarse a la fundación de ciudades y a la explotación del oro. Pero, tras la muerte de Agüeibana, los indios se sublevaron contra la dominación española y el régimen de encomiendas, que les había sometido a trabajo forzado. Tras una dura lucha, Ponce de León se impuso a los nativos y tomó represalias sangrientas. En 1511 fue destituido, aunque se resistió a dejar el cargo hasta que vino a exigírselo el propio Diego Colón.
Se embarcó entonces en una nueva expedición de descubrimiento hacia el norte, en la que encontró la punta del continente norteamericano, territorio al que llamó Florida por su abundante vegetación y por ser fechas de Pascua florida (1512 o 1513); bordeando las costas de Florida descubrió la corriente del Golfo.
Pero no pudo establecerse en tierra ante la hostilidad que le mostraron los indígenas; una posterior expedición de conquista que realizó en 1521 fue igualmente rechazada por los indios seminolas. Probablemente aquella península había recibido ya la visita de navegantes españoles o portugueses, pero su descubrimiento había quedado olvidado hasta la expedición de Ponce de León.


Hernán Cortés
Conquistador español de México (Medellín, Badajoz, 1485 - Castilleja de la Cuesta, Sevilla, 1547). Procedente de una familia de hidalgos de Extremadura, Hernán Cortés estudió brevemente en la Universidad de Salamanca. En 1504 pasó a las Indias recién descubiertas por Colón y se estableció como escribano y terrateniente en La Española (Santo Domingo). Participó en la expedición a Cuba de 1511 como secretario del gobernador Diego Velázquez, con quien emparentó al casarse con su cuñada y que le nombró alcalde de la nueva ciudad de Santiago.
En 1518 Diego Velázquez confió a Hernán Cortés el mando de una expedición a Yucatán; sin embargo, el gobernador desconfiaba de Cortés, a quien ya había encarcelado en una ocasión acusado de conspiración, y decidió relevarle del encargo antes de partir. Advertido Cortés, aceleró la partida y se hizo a la mar antes de recibir la notificación (1519).
Con once barcos, unos seiscientos hombres, 16 caballos y 14 piezas de artillería, Hernán Cortés navegó desde Santiago a Cozumel y Tabasco; allí derrotó a los mayas y recibió -entre otros regalos- a la india doña Marina, que le serviría como amante, consejera e intérprete durante toda la campaña.
Desobedeciendo órdenes expresas del gobernador Velázquez, fundó en la costa del golfo de México la ciudad de Villa Rica de la Veracruz. Allí tuvo noticias de la existencia del imperio azteca en el interior, cuya capital se decía que guardaba grandes tesoros, y se aprestó a su conquista.
Para evitar la tentación de regresar que amenazaba a muchos de sus hombres ante la evidente inferioridad numérica, Hernán Cortés hundió sus naves en Veracruz. Logró la alianza de algunos pueblos indígenas sometidos a los aztecas, como los toltecas y tlaxcaltecas. Tras saquear Cholula, llegó a la capital azteca, Tenochtitlán, en donde fue recibido pacíficamente por el emperador Moctezuma, que se declaró vasallo del rey de Castilla. La posible identificación de los españoles con seres divinos y de Cortés con el anunciado regreso del dios Quetzalcoátl favoreció quizá esta acogida a unos extranjeros que enseguida se empezaron a comportarse como invasores ambiciosos y violentos.
Entonces tuvo que dejar la ciudad a su lugarteniente Alvarado, para hacer frente a las tropas de Pánfilo de Narváez, enviadas por el gobernador Velázquez para castigar su rebeldía y devolverle a Cuba; Cortés los derrotó en Cempoala y consiguió que se uniese a él la mayor parte del contingente (1520). Cuando regresó a Tenochtitlán, encontró una gran agitación indígena contra los españoles a causa de los ataques realizados a sus creencias y símbolos religiosos y de la matanza de sus nobles por Alvarado para desbaratar una supuesta conspiración. Hizo prisionero a Moctezuma e intentó que éste mediara para calmar a su pueblo, sin lograr otra cosa que la muerte del emperador.
Finalmente, Cortés se vio obligado a abandonar Tenochtitlán en la llamada «Noche Triste» (30 de junio de 1520), en la que su pequeño ejército resultó diezmado. Refugiado en Tlaxcala, siguió luchando contra los aztecas -ahora bajo el mando de Cuauhtémoc-, a los que derrotó en la batalla de Otumba; y, finalmente, cercó y tomó Tenochtitlán (1521). Destruida la capital azteca, reconstruyó en el mismo lugar (una isla en el centro de un lago) la ciudad española de México. Dominado el antiguo imperio azteca, lanzó expediciones hacia el sur para anexionar los territorios de Yucatán, Honduras y Guatemala.
Los detalles de la conquista de México, así como los argumentos que justificaban las decisiones de Hernán Cortés fueron expuestos en las cuatro Cartas de relación que envió al rey. En 1522 fue nombrado gobernador y capitán general de Nueva España (nombre que dieron los conquistadores al territorio mexicano). Sin embargo, la Corona española -ya en manos de Carlos I- practicó una política de recorte de los poderes de los conquistadores, para controlar más directamente las Indias; funcionarios reales aparecieron en México enviados para compartir la autoridad de Cortés hasta que, en 1528, éste fue destituido y enviado a la Península.
En España salió absuelto de todas las acusaciones e incluso fue nombrado marqués del Valle de Oaxaca, además de conservar el cargo honorífico de capitán general, aunque sin funciones gubernativas. De vuelta a México en 1530, todavía organizó algunas expediciones de conquista, como las que incorporaron a México la Baja California (1533 y 1539).
Regresó nuevamente a España para intentar obtener mercedes de la Corona por los servicios prestados, para lo cual llegó a participar en una expedición contra Argel en 1540; pero sus reclamaciones nunca obtuvieron plena satisfacción. Se instaló en un pueblo cercano a Sevilla, en donde reunió una tertulia literaria y humanística. El conquistador de México, impulsado por un gran fervor religioso -aparte de la ambición de honores y riquezas común a todos los conquistadores-, fue un hombre culto y con preocupaciones morales inusuales en su entorno (como la de plantearse si era legítimo esclavizar a los indios).


Francisco Pizarro
(Trujillo, España, 1478-Lima, 1541) Conquistador español. Hijo natural del capitán Gonzalo Pizarro, desde muy joven participó en las guerras locales entre señoríos y acompañó a su padre en las guerras de Italia.
En 1502, embarcó en la flota que llevaba a las Indias a Nicolás de Ovando, el nuevo gobernador de La Española. Hombre inquieto y de fuerte carácter, no logró adaptarse a la vida sedentaria del colonizador, razón por la que decidió participar en la expedición de Alonso de Ojeda que exploró América Central (1510) y luego en la de Vasco Núñez de Balboa que descubrió el océano Pacífico (1513).
Entre 1519 y 1523, sin embargo, se instaló en la ciudad de Panamá, de la cual fue regidor, encomendero y alcalde, lo que le permitió enriquecerse. Conocedor de los rumores que hablaban de la existencia de grandes riquezas en el Imperio Inca, decidió unir la fortuna que había amasado con la de Diego de Almagro para financiar dos expediciones de conquista (1524-1525 y 1526-1528), que se saldaron con sendos fracasos.
A causa de las penalidades sufridas en el segundo intento, Pizarro se retiró a la isla del Gallo con doce hombres, mientras Almagro iba a Panamá en busca de refuerzos. Los «trece de la fama» aprovecharon para explorar parte de la costa oeste de América del Sur, región que denominaron Perú, tal vez por la proximidad del rio Virú, y tuvieron constancia de la existencia de una gran civilización. No obstante, ante la negativa del gobernador de Panamá a conceder más hombres a Almagro, en 1529 Pizarro viajó a España a fin de exponer sus planes al rey Carlos I, quien, en las capitulaciones de Toledo (26 de julio de 1529), lo nombró gobernador, capitán general y adelantado de las nuevas tierras, designación real esta que provocó el recelo y la frustración de Almagro.
De regreso en Panamá (1530), Pizarro preparó una nueva expedición de conquista, y en enero de 1531 embarcó con un contingente de 180 hombres y 37 caballos hacia Perú. Informado de la guerra que enfrentaba al emperador inca Atahualpa con su hermanastro Huáscar, el 16 de noviembre de 1532 el conquistador español se entrevistó en la ciudad de Cajamarca con Atahualpa y, tras exhortarle sin éxito a que abrazase el cristianismo y se sometiera a la autoridad de Carlos I, lo capturó en un sangriento ataque por sorpresa.
El inca acordó con los extranjeros llenar de oro, plata y piedras preciosas una habitación a cambio de su libertad, pero de nada le sirvió cumplir su parte del pacto, pues Pizarro, reforzado por la llegada de Almagro al frente de un centenar de arcabuceros, acusó a Atahualpa de haber ordenado el asesinato de Huáscar desde la prisión y de preparar una revuelta contra los españoles y ordenó su ejecución, que se cumplió el 29 de agosto de 1533. A continuación se alió con la nobleza inca, lo cual le permitió completar sin apenas resistencia la conquista de Perú, empezando por Cuzco, la capital del Imperio (noviembre de 1533), y nombrar emperador a Manco Cápac II, hermano de Huáscar.
Poco después, Pizarro y Almagro se enemistaron por la posesión de Cuzco, y si bien primero unieron sus fuerzas para sofocar la rebelión indígena dirigida por Manco Cápac contra el dominio español (1536), acabaron por enfrentarse abiertamente en la batalla de las Salinas, en abril de 1538. Derrotado y prisionero, Almagro fue procesado, condenado a muerte y ejecutado por Hernando Pizarro, hermano del conquistador (8 de julio de 1538).
La venganza de los partidarios de Almagro, liderados por su hijo, se produjo el 26 de junio de 1541, fecha en que Pizarro murió asesinado en su palacio de Lima, ciudad que él mismo había fundado a orillas del río Rímac seis años antes.



Pedro de Mendoza
Conquistador español del Río de La Plata y fundador de Buenos Aires (Guadix, Granada, h. 1487 - en el mar, 1537). Pertenecía a la familia aristocrática castellana de los Mendoza, titulares del Ducado del Infantado. Como paje de cámara de Carlos I llevó una vida cortesana y también guerrera (combatió contra los franceses en Italia).
Por capitulaciones de 1534, el rey le puso al frente de una expedición destinada a penetrar en el interior de Sudamérica desde sus costas orientales, adelantándose a los portugueses en la carrera por alcanzar las fabulosas riquezas de las que hablaban las leyendas indígenas (referentes, sin duda, al imperio incaico). El mismo Mendoza financió la expedición, obteniendo a cambio amplios poderes de conquista y colonización como adelantado, gobernador y capitán general de un extenso territorio.
Partió de Sanlúcar de Barrameda con 13 navíos en 1535, y en 1536 fundó en el estuario del Plata la ciudad de Nuestra Señora del Buen Aire (origen de la actual Buenos Aires), a la que dio ese nombre en honor de una virgen patrona de los marineros de Cerdeña. Entonces comenzaron sus dificultades: enfermo de sífilis, Mendoza hubo de hacer frente a los ataques indígenas y al hambre, mientras se esfumaban sus esperanzas de encontrar la «Sierra de la Plata» o el «Rey blanco» de los relatos míticos.
Al agravarse su enfermedad decidió regresar a España, completamente arruinado, dejando que fuera su alguacil mayor, Juan de Ayolas, el que continuara la expedición remontando el curso de los ríos Paraná, Paraguay y Pilcomayo. Mendoza murió durante la travesía del Atlántico.



biografía de américo vespucio

Américo Vespucio
(Amerigo Vespucci; Florencia, 1454 - Sevilla, 1512) Navegante italiano cuyo nombre originaría la denominación del continente americano. Como es sabido, Cristóbal Colón murió creyendo que había llegado a las Indias, sin sospechar que aquellas islas de las que había tomado posesión en nombre de la Corona de Castilla pertenecían a un nuevo continente. Un amigo suyo, Américo Vespucio, fue el encargado de decir a la vieja Europa que las tierras halladas por Colón no eran las asiáticas, sino que formaban parte de una "cuarta pars" del mundo a la que daría su nombre involuntariamente. Este hombre, insignificante frente a la gran figura de Colón, también murió sin conocer los efectos de su revolucionaria noticia: la póstuma gloria, derivada de ese bautismo casual, para él y para su linaje.
Amerigo Vespucci era un florentino que había llegado a España como empleado de comercio poco antes de la primera salida de Colón. La casa bancaria de los Médicis lo envió a Castilla para una misión mercantil por cuenta de un tal Beraldi, y el italiano se acomodó en las cercanías de la corte estableciendo contactos y proyectando negocios con algunos destacados señores. Cuando el 15 de marzo de 1493 regresó Cristóbal Colón de su primera singladura y habló de las inmensas riquezas encontradas, las casas comerciales de Génova y Venecia empezaron a especular con la posibilidad de abrir nuevas rutas para el transporte de las especias, producto codiciadísimo en aquella época. También los Médicis trataron de informarse con vistas a orientar sus futuros negocios, y posiblemente las primeras noticias de la hazaña de Colón llegaron a ellos a través de las cartas, más o menos precisas, de Vespucio.
La repentina muerte de Beraldi, sin embargo, dejó a Américo sin patrón y sin medios de vida. Así nació su propósito de emprender él mismo viaje a las Indias, lo que hizo en 1497 y luego en mayo de 1499. En esta segunda expedición, dirigida por Alonso de Ojeda, siguió la ruta del tercer viaje de Colón: el 4 de mayo de 1499, las naves zarparon del Puerto de Santa María y, tras veinticinco días de navegación, llegaron a la desembocadura del Orinoco, ya descubierta por Colón, e iniciaron el recorrido de la costa en dirección norte. Las características geográficas de la costa baja e inundable, así como los accidentes previos a la entrada al lago Maracaibo, recordaron Venecia a Américo Vespucio y, por ello, llamó a aquellas tierras Venezuela o pequeña Venecia. La expedición de Ojeda prosiguió su exploración hasta alcanzar el cabo de Vela, en la actual Colombia, y los cartógrafos fijaron por primera vez parte del contorno de las tierras descubiertas.
A su regreso, Vespucio continuó con su labor informativa para los Médicis y, según parece, se dispuso a emprender nuevos viajes. Aunque la autenticidad de sus posteriores expediciones ha sido puesta en duda por numerosos historiadores, el mismo Vespucio da cuenta en sus cartas de dos más. En el tercer viaje, al servicio del rey de Portugal, asegura haber costeado Brasil y regresado a Lisboa en julio de 1502; y en el cuarto, también por cuenta portuguesa, debió de recorrer de nuevo las costas brasileñas a finales de 1503, confirmando sus sospechas de que aquel continente no era Asia. Lo cierto es que en 1504 se publicó en Augsburgo el opúsculo Mundus Novus (Nuevo Mundo), donde se reproducía una carta de Vespucio a Lorenzo de Médicis en la que narraba sus viajes, y al año siguiente se imprimía su segunda obra, Lettera di Amerigo Vespucci delle isole nuovamente ritrovate in quattro suoi viaggi, en la que expresaba su convencimiento de que entre Europa y Asia existían nuevas tierras.
Tan extraordinarias revelaciones fascinaron al cosmógrafo alemán Martin Waldseemüller, quien decidió editar en 1507 las cartas de Vespucio junto a su Cosmographiae Introductio. En este trabajo incluía los retratos de Ptolomeo y Vespucio, y en su prefacio escribió: "Ahora que esas partes del mundo han sido extensamente examinadas y otra cuarta parte ha sido descubierta por Américo Vespucio, no veo razón para que no la llamemos América, es decir, tierra de Américo, su descubridor, así como Europa, África y Asia recibieron nombres de mujeres."
El nombre de América empezó a difundirse y a inundarlo todo. Poco antes, en 1505, Amerigo Vespucci se había convertido en Américo Vespucio al serle concedida la naturalización en los reinos de Castilla y León. Su fama como marino y comerciante había crecido considerablemente, hasta el punto de llevarle a participar en la Junta de Burgos al lado de marinos, descubridores y cartógrafos tan ilustres como Pinzón, Solís y Juan de la Cosa en 1507, y a ser nombrado piloto mayor de la Casa de Contratación al año siguiente.
A su muerte, acaecida en 1512, el Nuevo Mundo se había convertido definitivamente en América. Pasados algunos años, Waldseemüller tuvo noticias del verdadero descubridor del cuarto continente y quiso enmendar su yerro en una nueva edición de su obra que vio la luz en 1516. Era demasiado tarde y nadie le escuchó. Sólo un trozo de tierra americana adoptó el apellido del almirante pionero: Colombia. A principios del siglo XIX, Simón Bolívar soñó con un vasto país llamado Gran Colombia e intentó infructuosamente dar vida a su sueño. Hubiera sido una mediana compensación para el hombre que protagonizó la más deslumbrante epopeya de la Era Moderna, pero el destino tampoco la permitió.

tercer viaje de cristobal colon a america

segundo viaje de cristobal colon a america

primer viaje de cristobal colon a america

lunes, 30 de mayo de 2011

biografía de cristobal colon



Cristóbal Colón
Descubridor de América (Génova?, 1451 - Valladolid, 1506). El origen de este navegante, probablemente italiano, está envuelto en el misterio por obra de él mismo y de su primer biógrafo, su hijo Hernando. Parece ser que Cristóbal Colón empezó como artesano y comerciante modesto y que tomó contacto con el mar a través de la navegación de cabotaje con fines mercantiles.
En 1476 naufragó la flota genovesa en la que viajaba, al ser atacada por corsarios franceses cerca del cabo de San Vicente (Portugal); desde entonces Colón se estableció en Lisboa como agente comercial de la casa Centurione, para la que realizó viajes a Madeira, Guinea, Inglaterra e incluso Islandia (1477).
Luego se dedicó a hacer mapas y a adquirir una formación autodidacta: aprendió las lenguas clásicas que le permitieron leer los tratados geográficos antiguos (tomando conocimiento de la idea de la esfericidad de la Tierra, defendida por Aristóteles); y empezó a tomar contacto con los grandes geógrafos de la época (como el florentino Toscanelli).
De unos y otros le vino a Cristóbal Colón la idea de que la Tierra era esférica y de que la costa oriental de Asia podía alcanzarse fácilmente navegando hacia el oeste (ya que una serie de cálculos erróneos le habían hecho subestimar el perímetro del Globo y suponer, por tanto, que Japón se encontraba a 2.400 millas marinas de Canarias, aproximadamente la situación de las Antillas). Marineros portugueses versados en la navegación atlántica le informaron seguramente de la existencia de islas que permitían hacer escala en la navegación transoceánica; e incluso es posible que, como aseguran teorías menos contrastadas, tuviera noticia de la existencia de tierras por explorar al otro lado del Océano, procedentes de marinos portugueses o nórdicos (o de los papeles de su propio suegro, colonizador de Madeira).
Con todo ello, Colón concibió su proyecto de abrir una ruta naval hacia Asia por el oeste, basado en la acertada hipótesis de que la Tierra era redonda y en el doble error de suponerla más pequeña de lo que es e ignorar la existencia del continente americano, que se interponía en la ruta proyectada. El interés económico del proyecto era indudable en aquella época, ya que el comercio europeo con Extremo Oriente era extremadamente lucrativo, basado en la importación de especias y productos de lujo; dicho comercio se realizaba por tierra a través de Oriente Medio, controlado por los árabes; los portugueses llevaban años intentando abrir una ruta marítima a la India bordeando la costa africana (empresa que culminaría Vasco da Gama en 1498).
Colón ofreció su proyecto al rey Juan II de Portugal, quien lo rechazó asesorado por un comité de expertos. Probó suerte entonces en España con el duque de Medina Sidonia y con los Reyes Católicos, que lo rechazaron igualmente, por considerarlo inviable y por las desmedidas pretensiones de Colón.
Finalmente, la reina Isabel aprobó el proyecto de Colón por mediación del tesorero del rey, Luis de Santángel, a raíz de la toma de Granada, que ponía fin a la reconquista cristiana de la Península frente al Islam (1492). La reina otorgó las Capitulaciones de Santa Fe, por las que concedía a Colón una serie de privilegios como contrapartida a su arriesgada empresa; y financió una flotilla de tres carabelas -laPinta, la Niña y la Santa María-, con las que Colón partió de Palos el 3 de agosto de 1492.
Navegó hasta Canarias y luego hacia el oeste, alcanzando la isla de Guanahaní (San Salvador, en las Bahamas) el 12 de octubre; en aquel viaje descubrió también Cuba y La Española (Santo Domingo) e incluso construyó allí un primer establecimiento español con los restos del naufragio de la Santa María (el fuerte Navidad). Persuadido de que había alcanzado las costas asiáticas, regresó a España con las dos naves restantes en 1493.

Colón realizó tres viajes más para continuar la exploración de aquellas tierras: en el segundo (1493-96) tocó Cuba, Jamaica y Puerto Rico y fundó la ciudad de La Isabela; pero hubo de regresar a España para hacer frente a las acusaciones surgidas del descontento por su forma de gobernar La Española. En el tercer viaje (1498-1500) descubrió Trinidad y tocó tierra firme en la desembocadura del Orinoco; pero la sublevación de los colonos de La Española forzó su destitución como gobernador y su envío prisionero a España.
Tras ser juzgado y rehabilitado, se le renovaron todos los privilegios -excepto el poder virreinal- y emprendió un cuarto viaje (1502) con prohibición de acercarse a La Española; recorrió la costa centroamericana de Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. Regresó a España aquel mismo año y pasó el resto de su vida intentando conseguir mercedes reales para sí mismo y para sus descendientes, pues el rey Fernando intentaba recortar los privilegios concedidos ante las proporciones que iba tomando el descubrimiento y la inconveniencia de dejar a un advenedizo como único señor de las Indias.
Colón había descubierto América fortuitamente como consecuencia de su intuición y fuerza de voluntad. Aunque fracasó en su idea original de abrir una nueva ruta comercial entre Europa y Asia, abrió algo más importante: un «Nuevo Mundo» que, en los años siguientes, sería explorado por navegantes, misioneros y soldados de España y Portugal, incorporando un vasto imperio a la civilización occidental y modificando profundamente las condiciones políticas y económicas del Viejo Continente. Aunque los vikingos habían llegado a América del Norte unos quinientos años antes (expedición de Leif Ericson), no habían dejado establecimientos permanentes ni habían hecho circular la noticia del descubrimiento, quedando éste, por tanto, sin consecuencias hasta tiempos de Colón.